Lunes 10-05
Las fuentes sonoras
¿Cuál es la diferencia entre oír y escuchar?
De entre todos los sentidos
con los que contamos los seres humanos, el de la audición es uno de los más importantes.
Podemos decir que los sonidos nos sirven para orientarnos, saber si algo se
aproxima o se aleja, estar alerta, disfrutar la música y comunicarnos, entre
otras acciones.
La percepción involuntaria del sonido (es decir, la llegada
del sonido hasta nuestros oídos, independientemente de si prestamos atención o
no) se denomina oír. En cambio, la acción de prestar atención a lo que se oye
la llamamos escuchar.
Ahora bien, ¿puede existir un sonido sin que nadie lo oiga?
Por ejemplo, si un árbol cae en un bosque y no hay nadie presente, ¿esa caída
genera un sonido? Efectivamente, el sonido existe igual, porque es un fenómeno
que no depende del oyente, sino del emisor y del medio que lo rodea.
¿Qué se necesita para que haya un sonido? Hay muchísimas situaciones en las
que se generan sonidos. Si cerrás los ojos y tratás de distinguir los sonidos
que te rodean, vas a notar que son muchos y variados. Por ejemplo, una
conversación, la música de un equipo de audio, el funcionamiento de un motor.
Además, hay sonidos sutiles, como el tictac de un reloj, y otros estruendosos,
como un trueno.
Algunas veces se
produce un sonido a propósito -por ejemplo, al hacer sonar una bocina-, y otras
veces el sonido es un resultado
secundario -como el ruido de una máquina en funcionamiento-. Pero para que se
produzcan sonidos siempre hace falta un emisor, es decir, algo que los genere.
Todo lo que genera sonido se denomina fuente sonora. En los
ejemplos del principio, las fuente sonoras son:
·
El
aparato fonador de los hablantes;
·
Los
parlantes de equipo de audio;
·
Las
piezas móviles del motor;
·
El
mecanismo del reloj;
·
El
rayo que produce un ruido característico: el trueno.
Hay fuentes sonoras que provienen de la naturaleza, como la
de los hablantes, o el rayo; por eso las llamamos fuentes naturales. Otras,
en cambio, fueron creadas por el hombre, y las denominamos fuentes artificiales.
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¡Manos a la obra!